martes, 12 de abril de 2011

Galápagos autóctonos y exóticos

Mucha gente tiene en su casa un galápago autóctono. La mayoría saben que se trata de una especie salvaje, muchos de ellos la cogieron en un río o una charca hace años, cuando era frecuente verlas en la riveras. Sin embargo otros la encontraron en el jardín o en un parque y pensaron que se trataba de una mascota abandonada.


Galapago europeo (Emys orbicularis)
En España podemos encontrar dos especies salvajes: el galápago leproso (Mauremys leprosa) y el galápago europeo (Emys orbicularis). Ambos están protegidos, por lo que su tenencia en cautividad está totalmente prohibida. Sin embargo aún hay mucha gente que ni siquiera sabe de su existencia y creen que los ejemplares que aparecen de forma habitual son las típicas tortugas de Florida. Los que saben que se trata de un animal salvaje suelen desconocer esta prohibición y, salvo excepciones, tratan de mantenerlos en las mejores condiciones posibles. Lo que no saben es que las poblaciones de ambas especies son cada vez más escasas y que cada uno de los individuos que hay en las casas es importante para su supervivencia en los ríos de toda la Península.



La gente que conoce la especie, que sabe su situación y que, aun así, decide cazarlos seguirá haciéndolo, poco se puede lograr con estas personas. Lo que trato de conseguir con esta entrada es marcar, punto por punto, las diferencias entre los galápagos de florida y los galápagos leprosos (más abundantes y, por tanto, más frecuentes de encontrar) para evitar que una confusión les condene a vivir fuera de su hábitat.

Durante el invierno los galápagos leprosos se aletargan hasta tal punto que sólo suben unas pocas veces a respirar a superficie. Hacia febrero, con la subida de la temperatura, vuelven a reactivarse y comienza su período reproductivo. En junio-julio las hembras abandonan el agua para buscar un sitio donde poner sus huevos. Durante estos meses llegan a recorrer grandes distancias. Ésto, unido a que el ser humano ha invadido su hábitat, hace que sea frecuente que entren en parques, jardines o que crucen carreteras y caminos. Muchos de ellos mueren atropellados, atacados por perros, heridos por las segadoras o, simplemente, son encontrados por personas que los confunden con tortugas de florida y los llevan a casa "adoptados".

Para evitar esta confusión, mediante fotos, haré una compación con las especies más frecuentemente encontradas en los comercios, Trachemys scripta scripta y Graptemys psudogeographica.


CAPARAZÓN - De izquierda a derecha: M. leprosa, T. scripta y G. pseudogeographica

PLASTRÓN - De izquierda a derecha: M. leprosa, T. scripta y G. pseudogeographica

MARCAS CABEZA - De izquierda a derecha: M. leprosa y G. pseudogeographica

MARCAS CABEZA Y CUELLO - De izquierda a derecha: M. leprosa Y T. scripta



Si tienes en tu casa un ejemplar de galápago autóctono o conoces a alguien que lo tenga poneos en contacto con el centro de recuperación de fauna salvaje más cercano, ellos lo recogerán, lo rehabilitarán y lo pondrán el libertad en un sitio seguro para que los grupos de cría se mantengan sanos.

miércoles, 6 de abril de 2011

Curica o aceitera

Adulto B. majalis alimentándose
Hace años, cuando pasaba unos días en Extremadura por estas fechas, recuerdo que en el campo era habitual ver unos bichos negros y rojos que, no se muy bien porqué, pero me hacían sentir escalofríos cada ver que salían de entre las hierbas y caminaban torpemente a través del camino. No había vuelto a acordarme hasta hace unos días, en que una amiga me comentó que había visto una "aceitera". Al preguntarle qué era eso su precisa descripción me hizo saber que yo también conocía ese insecto, aunque no su nombre.







La aceitera, curica, curilla, carraleja o majalera (género Berbelomeloe) es un coleóptero (escarabajo) del suborden Polyphaga, emparentado con animales tan dispares como la carcoma o el ciervo volante. Pertenece a la familia Meloidae, un grupo muy curioso que se caracteria por sufrir hipermetamorfosis, es decir, que poseen estadíos larvales más complejos que los de otros insectos de metamorfosis completa u holometábolos.

Adulto B. majalis


Es frecuente verlos entre marzo y mayo y es un insecto muy fácil de identificar. Alcanza tamaños de hasta 7 centímetros, convirtiéndose en el coleóptero más grande de Europa. Casi todo esta longitud se la debe a su enorme abdomen, más desarrollado en hembras. Las dos especies que habitan la Península son la aceitera común (Berberomeloe majalis), con un abdomen adornado con líneas transversales de color naranja o rojo brillante y la aceitera real (Berberomeloe insignis), que carece de bandas en el abdomen pero que posee dos manchas rojas a ambos lados de la cabeza. La primera se distribuye por todo el país mientras que la segunda es un endemismo de la franja litoral, desde Málaga hasta Murcia.



Subadulto de B. insignis
Como he comentado antes tiene un ciclo biológico muy complejo. La hembra pone los huevos en el suelo y de ellos nace una larva parásita. A esta larva se la denomina triungulinus, por presentar tres fuertes uñas con las que trepa a las plantas, donde espera que pase otro insecto (generalmente himenópteros, particularmente abejas) al que se cuelga. Con este mecanismo es trasladada hasta el nido, donde se alimenta de polen y de huevos de su hospedador. Dentro del nido realiza la metamorfosis y ya con un tamaño mayor abandona el nido, convirtiéndose en un gran devorador de vegetación gracias a sus potentes mandíbulas.


Curiosidad: las aceiteras y demás insectos de la familia Meloidae almacenan en su cuerpo un veneno llamado cantaridina, un aceite amarillento y maloliente que causa irritación y úlceras en la piel y que, ingerido, es muy potente.

Adulto de B. insignis