domingo, 26 de febrero de 2012

Cazadores y cazados

Precioso vídeo de algunos de los animales más emblemáticos de nuestra fauna en la dura tarea de conseguir alimento.

martes, 21 de febrero de 2012

El recuerdo de los alimañeros

Hoy todos los partidos políticos incluyen en sus programas discursos ecologistas y conservacionistas en favor de la naturaleza, el medioambiente y la biodiversidad, pero si hacemos un poco de memoria histórica lo sorprendente es comprobar como milagrosamente muchas de nuestras especies han conseguido sobrevivir a la presión predadora del hombre. Las autoridades actuales defienden y protegen al Lince Ibérico al tratarse de una especie en peligro de extinción, pero hace tan sólo sesenta años ese mismo lince estaba considerado como una alimaña y, por lo tanto, podía ser cazado en cualquier época del año y con cualquier método. Entre 1954 y 1962 los alimañeros “cazaron” más de 150 linces.



En 1953 el Servicio Nacional de Caza y Pesca Fluvial creaba las llamadas Juntas de Extinción de Animales Dañinos. Su objetivo era “terminar” con todas aquellas especies que depredaban sobre las poblaciones de animales con interés cinegético  (conejos, perdices, liebres, codornices, etc) que habitaban los primeros cotos de caza, propiedades que en esos momentos estaban en manos de unas cuantas familias de la aristocracia y de la burguesía del régimen. La España rural de la época estaba repleta de campesinos hambrientos que, como buenos conocedores de su entorno y de las especies que lo habitaban, pronto se convirtieron en expertos “alimañeros”. Todo el mundo (niños incluidos) estaba autorizado a cazar alimañas, de forma que familias enteras encontraron en esta actividad una cruel forma de supervivencia. Recordemos que en la España de entonces todavía no se había producido el éxodo de las poblaciones del campo hacia las ciudades industriales.


Dependiendo de cada Junta se podían llegar a pagar 40 pesetas por una gineta; 20 pesetas por un lobo; 10 pesetas por un zorro y 25 pesetas por cada par de garras de águila. Para medir el volumen del exterminio basta apuntar que algunas Juntas de Extinción llegaron incluso a tener problemas económicos para hacer frente a los pagos por tanta alimaña muerta. Se calcula que los alimañeros masacraron al menos 4 millones de animales, de los cuales 19.000 eran rapaces. Y estas cifras tan sólo son aproximadas, porque muchos de los animales muertos ni siquiera pasaban por las Juntas, ya que eran vendidos a mejores precios a taxidermistas, coleccionistas, empresas de pieles, etc.


Para medir la dimensión del “genocidio” podemos leer las memorias anuales del Servicio Nacional de Caza y Pesca. Por cierto, que en 1956 el mismísimo Jefe de la Guardería de la Reserva de Saja fue premiado con 10.000 pesetas por las autoridades del régimen. Su logro era haber abatido seis lobos adultos. Entre 1954 y 1962 los alimañeros cazaron en España, entre otros miles de animales, un total de 1.470 lobos; 53.754 zorros; 4.256 ginetas; 3.479 gatos monteses; 104 nutrias; 1.339 tejones; 4.304 turones; 4.216 alcotanes; 2.044 halcones; 10.161 milanos; 1.038 buhos; 234 gavilanes; 1.207 aguilas reales; 3.809 aguilas de diferentes especies; 1.357 aguiluchos; 18.733 lagartos…. Tan sólo en Toledo se mataron 107 linces y 163 águilas reales, mientras que en Guadalajara la matanza de águilas reales alcanzó los 745 ejemplares. Y el exterminio aún duraría unos cuantos años más.





 

Afortunadamente, dentro de la catástrofe en España tan sólo funcionaron Juntas de Exterminio en dieciocho provincias (Asturias, Badajoz, Cáceres, Ciudad Real, Córdoba, Cuenca, Granada, Guadalajara, Huesca, Jaén, Lugo, Palencia, Salamanca, Santander, Soria, Teruel y Toledo). Dado que un buen alimañero podía llegar a cobrar hasta 10.000 pesetas anuales por los animales capturados, si las Juntas hubieran llegado a la totalidad del territorio hoy muchas especies de nuestra fauna ibérica tan sólo sobrevivirían en los museos o en el recuerdo. Ganaderos y propietarios de cotos con intereses cinegéticos y con fuertes ramificaciones políticas estuvieron detrás de la “política exterminadora” a la que fueron sometidas muchas especies. Tanto es así que incluso formaban parte mayoritaria de las Juntas de Extinción, que eran las encargadas anualmente de señalar cuales eran a su juicio las “alimañas” que debían ser objeto de caza en su territorio y de estipular las cantidades a pagar en cada caso. Como siempre con dinero público se defendieron intereses privados, aunque fuera a costa de poner en peligro nuestra biodiversidad.



Afortunadamente, en la década de los setenta en nuestro país comenzó a calar una incipiente conciencia ecológica y los poderes públicos decidieron entonces que los alimañeros debían desaparecer, aunque en muchos casos se mantuvieron activos hasta el final de sus días, aunque esta vez fuera de forma ilegal más o menos consentida por las autoridades locales, demasiado dependientes de los “terratenientes” de turno.
En nuestros días la filosofía del alimañero se quiere mantener viva de alguna forma en la figura del Especialista en Control de Predadores, encargados principalmente de diezmar las poblaciones de zorros. Estos “especialistas” están legalizados por algunas Leyes de Caza territoriales, e incluso en algunas publicaciones cinegéticas se enorgullecen de haber dado muerte a unos cuantos cientos de zorros y de pertenecer a una rancia estirpe de alimañeros.



domingo, 19 de febrero de 2012

Los "mosquitos gigantes"


Hembra de Típula (3cm)
Son muy grandes, recuerdan mucho a los mosquitos y vuelan mal, por lo que suelen chocar una y otra vez contra las personas, la mayoría de las cuales piensan que se trata de algún bicho mutante que le está atacando de forma implacable. Nada más lejos de la realidad. Esos "temibles" insectos son típulas, unos dípteros emparentados con las moscas, totalmente inofensivos. La familia Tipulidae (género Típula), también llamados zancudos o sacaojos, contiene más de 4200 especies en total, con individuos que van desde los 2mm hasta los 10cm dependiendo del clima. Es una de las familias de dípteros más extensas y una gran parte de ella fué descrita y estudiada por el especialista Charles Paul Alexander.










 
Detalle de la cabeza y los halterios
 Poseen un cuerpo fino que, en las hembras, termina en un ovopositor puntiagudo, lo que muchos confunden con un aguijón. Sus patas son muy largas y estrechas, con una constitución delicada. Durante el vuelo las llevan colgando y se les desprenden fácilmente, lo que podría constituir un mecanismo de huída ante el ataque de predadores. Las alas, grandes y transparentes, suelen estar extendidas mientras descansan, lo que las hace muy visibles junto con su gran tamaño. A pesar de ello son muy malos voladores, sólo recorren pequeñas distancias y de una forma lenta y poco eficaz. Como todos los insectos tienen un segundo par de alas que, en estos animales (igual que en el resto de dípteros) han evolucionado para formar dos pequeños balancines o halterios. Su cabeza, pequeña y alargada, no contiene piezas picadoras como los mosquitos, por lo que no entraña ningún riesgo para personas o animales.



Larva de típula
Habita en todo tipo de climas, frecuentando las zonas húmedas próximas a los ríos o lagos. Se cree que sus largas patas pueden ser una adaptación para posarse en la hierba, donde se les suele encontrar en la época calurosa en grandes concentraciones. La hembra pone los huevos sobre especies vegetales como la alfalfa o el trébol y de ellos nacen las larvas, alargadas y cilíndricas, de vida acuática o terrestre y que pueden hibernar con la llegada del invierno. Algunas de estas larvas se alimentan de raíces, constituyendo una plaga, aunque sólo se han identificado un 2% de las especies en estadío juvenil. Los adultos se alimentan de nectar o, incluso, no se alimentan y constituyen una fuente de proteína importante para aves, peces, anfibios, reptiles y pequeños mamíferos.


Curiosidad: la hembra pone entre 800 y 1000 huevos, esta gran cantidad hace que entre abril y noviembre sean muy frecuentes los encuentros con alguna de ellas. No causan ninguna picadura ni pueden dañar a nadie, por lo que bastará con atraparla cuidadosamente con la mano y liberarla.


Hembra adulta de Típula oleracea (5cm) con su abdomen
terminado en punta (ovopositor)

Perfil de hembra de T. oleracea,
cabeza alargada y
patas largas y estrechas